Homilías Monseñor Guy Charbonneau

Estamos en la octava de la Navidad. Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia, conformada por Jesús, María y José. Es el modelo de toda familia cristiana. Era una familia judía, que trataba de responder a la voluntad de Dios, manifestada en los mandamientos.

Precisamente, el cuarto mandamiento dice: "Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da". Es el único mandamiento acompañado de una promesa: "para que se prolongue tu vida". Honrar a los padres quiere decir amarlos, respetarlos y obedecerles. En la primera lectura que hemos escuchado, el Eclesiástico hace un comentario sobre el cuarto mandamiento. Muestra cómo hay que honrar y respetar a nuestros padres en su vejez: hay que cuidar de ellos, tener paciencia con ellos y no menospreciarlos. Hoy la vida moderna está muy agitada y cuesta tomar tiempo para cuidar a los padres cuando llegan a ser ancianos. Muchos de ellos se sienten abandonados por sus hijos y sufren una tremenda soledad. El Eclesiástico nos muestra también las consecuencias del cuidado que ejercen los hijos hacia los padres: "el que honra a su padre queda limpio de pecado; el que respeta a su madre acumula tesoros. Quien honra a su padre, encontrará alegría en sus hijos y su oración será escuchada; el que enaltece a su padre, tendrá larga vida y el que obedece al Señor, es consuelo de su madre". En otras palabras, el que cuida a sus padres recibirá la bendición del Señor.

Jesús confirmó la validez de este mandamiento, igual que san Pablo. San Pablo incluyó la desobediencia a los padres entre los pecados característicos de la moral decadente del paganismo de su tiempo (Rm 1,30). Hoy podríamos decir lo mismo: nuestra sociedad está marcada por la pérdida de los valores cívicos, morales y espirituales que nos han sido transmitidos por nuestros antepasados. El trato que se da a los padres es a menudo horrible: "He, vos, viejo, no te metas en mis asuntos". Tenemos que aprender a respetar a nuestros padres y obedecerles.

En la segunda lectura san Pablo nos indica el clima que debe caracterizar a toda familia cristiana. Nos habla de cinco virtudes esenciales que debemos poseer y practicar: la compasión, la bondad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia. Estas virtudes se pueden resumir en la palabra "amor", que es el vínculo de la perfecta unión en la familia. El amor en la familia se alimenta con la oración, la Palabra de Dios y la Eucaristía. "Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Enséñense y aconséjense unos a otros lo mejor que sepan. Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales; y todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dándole gracias a Dios Padre por medio de Cristo". La oración en familia es el gran remedio contra la división, el egoísmo, la infidelidad. "Una familia que reza unida permanece unida" 

En su alocución de hoy, el Papa nos invita a retomar la comunicación en la familia, siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia. "María, José y Jesús “rezaban, trabajaban, se comunicaban”, dijo el Papa, y, he aquí que la pregunta que le surgió espontánea en este día fue: “¿tú, en tu familia, sabes comunicarte, o eres como esos chicos en la mesa, cada uno con su teléfono móvil, chateando con otros?” Debemos retomar la comunicación en familia: los padres con los hijos, con los abuelos, los hermanos entre sí... Es una tarea que hay que hacer hoy, precisamente en el Día de la Sagrada Familia". La Sagrada Familia es un modelo para nuestras familias, a fin de que padres e hijos se sostengan mutuamente en la adhesión al Evangelio, fundamento de la santidad de la familia”.

Hoy el Evangelio nos presenta a la Sagrada Familia viviendo el drama del exilio, a causa de la amenaza a muerte del rey Herodes, que quería eliminar a cualquier rival que surgiera. Jesús, María y José tuvieron que huir a otro país, como muchas familias hondureñas que huyen del país a causa de la violencia y de la inseguridad. Desde Egipto volverá la Sagrada Familia, cuando haya muerto el Rey Herodes, para que se cumpla la palabra del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Así la Sagrada Familia emprendió la ruta de un nuevo éxodo, así como Moisés y el Pueblo de Dios habían hecho 1200 años antes.

Podemos orar hoy a la Sagrada Familia por todas las familias que sufren a causa de la enfermedad, de la pobreza, del desempleo, de la infidelidad, del alcohol, de la drogadicción o de la migración. 

Les invito también a imitar a la Sagrada Familia. Ella ha sido totalmente disponible a la voluntad de Dios: María ha sido obediente con docilidad; José ha sido obediente en la acción; Jesús ha obedecido a la voluntad del Padre entregando su vida en la cruz.

Con el Papa encomendemos a María, "Reina de la familia", a todas las familias del mundo, especialmente a las que están extenuadas por el sufrimiento o las dificultades, e invocamos sobre ellas la protección divina.

La Beata María Leonia, fundadora de las Hermanas de la Sagrada Familia, que nos sirven en el obispado y en el Seminario, amaba mucho a la Sagrada Familia. En pocas palabras resumía su devoción: ¡Gloria a Jesús! ¡Amor a María! ¡Confianza en José!