Homilías Monseñor Guy Charbonneau

"¡Gloria de Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor!" Eso fue el canto de los ángeles, al comunicar la hermosa noticia del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo, quien nos trae la paz, la ternura, la unidad y la reconciliación.

1- Navidad nos trae un mensaje de paz. La paz tan deseada en el mundo entero, en nuestro país, en nuestras ciudades y campos, en nuestras familias. Una paz que es reclamada a gritos a causa de las guerras, de las masacres en los centros penitenciarios o en nuestras ciudades, a causa del narcotráfico, de la desigualdad social y de la corrupción, entre otros flagelos que aquejan nuestra sociedad. Una paz que el mundo no puede dar, sino que sólo Jesús nos puede dar. Una paz que es don de Dios, pero que es también fruto de la justicia y del amor. Navidad nos invita al compromiso de construir un mundo de paz, donde tratemos a nuestro prójimo como hermanos, donde respetemos los derechos humanos, donde ponemos nuestros dones al servicio de la familia, de la sociedad y de la Iglesia.

2- Navidad nos trae también un mensaje de ternura. Todos nos volvemos tiernos ante un niño recién nacido, un niño totalmente inocente e indefenso, que necesita el cariño y el cuidado de sus padres. El profeta Isaías veía en el nacimiento del futuro Mesías la señal de la victoria de Dios sobre el mal: "Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el signo del imperio y su nombre será: "Consejero admirable", "Dios poderoso", "Padre sempiterno", "Príncipe de la Paz". Un niño que iba a ser el Mesías, el Ungido del Señor, el Rey de Israel y del mundo entero.

Nos dijo el Papa en su Carta Apostólica "Admirabile signum" sobre el significado y el valor del Belén: "El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración". Cuando contemplamos el pesebre y sus personajes, nos sentimos invitados a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada ser humano.

"Le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada". En el pesebre descubrimos a María que supo "transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura" (EG 286). "Vemos en ella a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica" (AS 7).

En el pesebre descubrimos también a José. Él "juega un papel muy importante en la vida de Jesús y de María. Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia... José llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica" (AS 7).

En el pesebre vemos también a los pastores. Ellos son los primeros testigos de lo esencial, es decir de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la encarnación. Los pastores se pusieron en camino hacia el Niño Jesús, para un encuentro de amor y de asombro.

"Al nacer en el pesebre, Dios mismo inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura. Desde el belén, Jesús proclama, con manso poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado" (AS 6).

3- Navidad nos trae además un mensaje de reconciliación. ¡Cuánta reconciliación necesita nuestro mundo, nuestra Iglesia, nuestra familia! La Iglesia de Honduras ha decretado que el año 2020 será el año de la reconciliación. El lema escogido es: "Una comunidad reconciliada construye un país en la verdad y la justicia". Necesitamos reconciliarnos con Dios. San Pablo nos exhorta: "Déjense reconciliar con Dios" (2 Co 5,18.20). Para reconciliarnos con Dios, tenemos que recibir más a menudo el sacramento de la reconciliación. También para reconciliarnos con Dios tenemos que reconciliarnos primero con nuestro prójimo. Para reconciliarnos tenemos que contemplar en el pesebre al Niño Jesús, que quiere ser recibido en nuestros brazos. "En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así: en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos" (AS 8). Esta noche, les invito a cada uno de ustedes a orar y a poner sus esfuerzos para que se realice reconciliación entre los esposos, entre los padres y los hijos, también entre las distintas instancias de la sociedad y entre los partidos políticos, buscando juntos el bien común, "a fin de convertirnos en pueblo de Dios (suyo), fervorosamente entregado a practicar el bien", como nos pide San Pablo.

4- También Navidad nos trae un mensaje de unidad y de comunión. La Navidad es comunión con la Iglesia universal, y esta comunión debe ser plena. La comunión plena con la Iglesia Católica se caracteriza por la participación plena en los tres vínculos de comunión de la Iglesia: la profesión de una misma fe recibida de los apóstoles, la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos, y la sucesión apostólica por el sacramento del orden, por el cual la Iglesia católica es gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 815-816). No puedo decir que soy católico si no obedezco al Papa, al Obispo y a los sacerdotes que colaboran con el Obispo en la misión de la evangelización del mundo. Si a la comunión de la Iglesia le faltan alguno de estos tres elementos, no se trata de la Iglesia Católica. Oremos y luchemos por la unidad de nuestra Iglesia, para que el mundo crea que Dios ha enviado a su Hijo para salvarlo (cf. Jn 17,21).

En este tiempo de Navidad, les invito a tomar unos momentos de contemplación personalmente o como familia, ante el Nacimiento que hay en su casa o en la iglesia, a "sentir" el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad (cf. AS 10). Hoy comulguemos a Cristo, que nos capacita para ser instrumentos de paz, de ternura, de reconciliación y de unidad. ¡Feliz Navidad a todos ustedes!