Este texto de Mateo está lleno de significado. Si Jesús se manifestó primero a los pastores, que eran de religión judía, no tardó mucho para manifestarse a los magos, que representaban a las naciones paganas. La fiesta de la Epifanía nos muestra el alcance universal de la salvación. En Cristo Jesús, la salvación de Dios es ofrecida a todo hombre y a toda mujer, en cualquier lugar del planeta y en cualquier época de la historia.
Los magos eran unos sabios de Oriente, que escrutaban el firmamento, atentos al movimiento de las estrellas, para encontrar allí una respuesta a su búsqueda de lo Absoluto, es decir de Dios. Ellos vivieron un auténtico camino de fe. Representan el itinerario de todos los que, aunque no pertenecen al pueblo judío, han buscado a Cristo y lo han encontrado.
Los magos escrutaron el cielo, y allí han descubierto una señal: una estrella. Al comienzo de un camino hay siempre una señal que puede ser vista allí donde todo hombre vive y trabaja. Puede ser la palabra de un ser querido; o la vivencia de un acontecimiento, por ejemplo la primera comunión o el sacramento de la confirmación; puede ser una película o la lectura de un libro o un mensaje que uno recibe por las redes sociales. Una señal tiene la función de despertar el deseo, que es necesario para emprender un camino de búsqueda, un movimiento, un desplazamiento.
Los magos hubieran podido quedarse tranquilamente en el Oriente. ¡Pero no! su corazón estaba lleno de interrogantes. Por eso se levantaron y se pusieron a caminar siguiendo el desplazamiento de la estrella.
Pero para encontrar el sentido pleno de la vida, no basta mirar las estrellas o contemplar la naturaleza. Hace falta ser iluminados por la Palabra de Dios. Ellos llegaron a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer?" Entonces los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo recordaron el texto del profeta Miqueas que dice: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel" (Mi 5,1-3). En Belén había nacido el rey David. El Mesías, descendiente de David, tenía que nacer en Belén también.
Los escribas dieron una respuesta correcta a partir de su conocimiento intelectual, pero no se movieron nada para averiguar si era cierto que en Belén había nacido un jefe, que sería el pastor de Israel. Herodes tampoco se movió a Belén para adorar al Rey de Israel, como lo había dicho a los magos. Eso sí, se movió para matar a todos los niños de Belén menores de dos años, para estar seguro que había eliminado al que consideraba como un rival muy peligroso. Pero sí los magos se movieron inmediatamente hacia Belén para encontrarse con el que habían buscado desde tiempo y por el cual habían caminado cientos de kilómetros.
Dios siempre se compadece de sus amigos. "De pronto la estrella que habían visto surgir comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría". Es la alegría de los que se encuentran con Dios. Es la alegría que surge de una vida plena, llena de amor. Es la alegría del padre y de la madre cuando les nace un niño. Es la alegría del joven que ve coronado sus esfuerzos con su graduación en el colegio o en la universidad. Es la alegría sencilla de la persona pobre que da de lo necesario para solidarizarse con alguien que sufre más que ella. ¡Ojalá, hermanos, el Evangelio nos llene siempre de una inmensa alegría!
Los magos, iluminados por la Palabra de Dios, no se quedaron fuera de la casa, como espectadores pasivos, sino que entraron en ella. "Vieron al niño con María, su madre". Descubrieron en Jesús a aquel que habían buscado con tanta ansia. "Y postrándose lo adoraron". La actitud de adoración es fundamental, hermanos, en nuestra vida. Cuando en la consagración el pan se convierte en el cuerpo de Cristo y el vino se convierte en la sangre de Cristo, el sacerdote nos muestra la hostia y el cáliz y nosotros estamos invitados a adorar a Jesús, que es el Rey de reyes y el Señor de los señores. Lo mismo cuando pasamos frente al Sagrario, tenemos que hacer un gesto de adoración a Jesús Sacramentado presente en el Sagrario, sea una genuflexión o una reverencia.
Los gestos y los dones que presentaron los magos nos pueden parecer desproporcionados en referencia a la humilde realidad que presenciaron. Pero ellos estaban seguros que habían encontrado en el niño al Hijo de Dios, al Salvador del mundo.
A este respecto es iluminador un texto de San Pedro Crisólogo, obispo y doctor de la Iglesia. «Hoy el mago encuentra llorando en la cuna a aquel que, resplandeciente, buscaba en las estrellas. Hoy el mago contempla claramente entre pañales a aquel que, encubierto, buscaba pacientemente en los astros. Hoy el mago discierne con profundo asombro lo que allí contempla: el cielo en la tierra, la tierra en el cielo, el hombre en Dios, y Dios en el hombre; y a aquel que no puede ser encerrado en todo el universo, incluido en un cuerpo de niño. Y, viendo, cree y no duda; y lo proclama con sus dones místicos: el incienso para Dios, el oro para el Rey, y la mirra para el que morirá. Hoy el gentil, que era el último, ha pasado a ser el primero, pues entonces la fe de los magos consagró la creencia de las naciones» (S. Pedro Crisólogo, Sermones 160).
Los magos representan a todas las naciones. Por eso, en los países donde existen muchas culturas, los católicos se reúnen hoy en la Eucaristía para expresar la universalidad de la Iglesia en la diversidad de sus culturas.
También, para nuestra época turbulenta, los magos son los testigos fidedignos de que quien busca, aunque parezca que Dios está lejos, puede encontrarlo. Como dijo Jesús: "Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" (Mt 7,7-8). Aquellos que, por el contrario, presumen de saber todo de Dios y creen tener asegurada la salvación, corren el riesgo de privarse del encuentro con Él.
En este mes de enero, varios jóvenes de nuestra diócesis se desplazarán en bus, durante un viaje de tres días, hacia Panamá. ¿Para qué? ¿Sólo para vivir una aventura y conocer otro país? ¿Sólo para vivir emociones fuertes al encontrarse con miles de otros jóvenes? ¿Sólo para ver al Papa y encontrarse con él? El objetivo de la Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo vivo, que se manifestará en la vida de los participantes y marcará toda su vida. También esta Jornada está puesta bajo la intercesión de la Virgen María. El lema de la Jornada es la respuesta de María al Ángel: "He aquí la sierva del Señor. Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Por eso, después de la comunión, haremos un envío especial de los jóvenes que pertenecen a las tres parroquias de la ciudad y que participarán en la Jornada
La manifestación de Dios en el nacimiento de Cristo nos impulsa a buscar la gloria de Dios en los más amenazados de nuestra sociedad, especialmente los niños, las niñas y los adolescentes. Los niños y las niñas nacidos con capacidades especiales reclaman nuestra atención. Igualmente los que están en situación de riesgo, como los migrantes, los huérfanos, los desamparados, las víctimas de la violencia y muchos otros. Como los magos, ¿qué podemos hacer para reconocer en esos seres frágiles al Niño Jesús?